En el tranquilo distrito de Grocio Prado, ubicado en Chincha, dos eventos marcaron un hito en la vida del célebre escritor Mario Vargas Llosa, quien fue premiado con el Nobel de Literatura en 2010.
Lejos del bullicio de Lima, en este rincón del Perú, el escritor contrajo matrimonio en dos ocasiones con dos mujeres que, aunque parientes cercanas, representaron etapas distintas de su vida.
La primera fue Carmen Julia Urquidi Illanés, su tía. En un momento en que el amor y la rebelión se entrelazaban en la vida de un joven Vargas Llosa de solo 19 años, se embarcó en una aventura clandestina.
La noche del 15 de julio de 1955, la municipalidad de Grocio Prado se convirtió en el escenario de una ceremonia que muchos considerarían escandalosa. Su familia no aprobaba esa relación y había un impedimento legal, pero el joven escritor, decidido a escapar de las restricciones familiares, logró eludir los obstáculos.
Con la ayuda de amigos como Guillermo Carrillo Marchand y Nicolás Chialchia Toche, y bajo la mirada cómplice del alcalde, el amor triunfó sobre las convenciones. Así, un acta de matrimonio fue firmada, a pesar de las irregularidades que la rodeaban.
El ambiente era de inquietud, de murmullos llenos de curiosidad y reproche. ¿Cómo podría un joven tan inexperto decidir sobre su futuro, casándose con una mujer 10 años mayor, y su tía? Pero Mario, en su juventud llena de ímpetu, buscaba su propia libertad en los brazos de Julia.
Sin embargo, la sombra de la desaprobación familiar no tardó en manifestarse. Las habladurías sobre su “seductora de menores” se extendieron, y su matrimonio enfrentó problemas desde el inicio.
No mucho tiempo después, la historia de Vargas Llosa tomaría un nuevo giro. Con el tiempo, su primer matrimonio se disolvió, y en 1966, a los 29 años, se casó con su prima hermana, Carmen Patricia Llosa Urquidi, en una ceremonia que tuvo lugar nuevamente en Grocio Prado.
Este segundo matrimonio se llevó a cabo bajo condiciones más favorables, ya que Patricia era menor de edad y su familia aceptó el enlace, gracias a un permiso notarial. Mario, en ese momento en el extranjero, fue representado por su amigo Abelardo Oquendo Cueto.
Los ecos de estos matrimonios resonaron no solo en su vida personal, sino también en su carrera literaria. En cada discurso y en cada obra, Vargas Llosa hacía mención de sus raíces y de las mujeres que marcaron su camino. Al recordar sus días en Grocio Prado, las imágenes de aquellas ceremonias se entrelazan con la pasión que lo llevó a escribir obras inmortales.
A través de los ojos del ex-secretario municipal Felipe Saravia De la Cruz, quien fue testigo de ambos matrimonios, se revela una historia llena de amor, escándalo y la búsqueda de identidad. La vida de Vargas Llosa, marcada por sus decisiones personales, se convierte en un reflejo de sus obras, donde la realidad y la ficción se funden en una narrativa fascinante.
Así, Grocio Prado se convierte no solo en un lugar en el mapa, sino en un capítulo significativo de la historia de Mario Vargas Llosa, el hombre que se atrevió a desafiar las normas y construir su propia narrativa en un mundo lleno de convenciones.
Las huellas de sus pasos aún se sienten en el aire, recordándonos que, a veces, el amor puede surgir en los lugares más inesperados y que las decisiones tomadas en la juventud pueden marcar el rumbo de toda una vida.