En el año 1897, específicamente el 6 de enero, la pequeña localidad de San Pedro de Ñoco en Ica, recibió un regalo especial: el nacimiento de la Beatita Melchorita.
En este humilde pueblo, la vida de Melchorita Saravia comenzó a tejerse entre la devoción, la humildad y la entrega al prójimo, marcando así el inicio de una historia venerada en la ciudad de Chincha.
Desde su infancia, Melchorita demostró una conexión especial con la espiritualidad. Nacida en una familia virtuosa pero económicamente limitada, la niña se vio obligada a trabajar desde temprana edad para contribuir al sustento familiar.
Sus padres le construyeron un modesto oratorio en su humilde hogar, donde desde joven mostró devoción hacia el Niño Dios y Santa Rosa de Lima.
La influencia espiritual en la vida de Melchorita la llevó a unirse a la Tercera Orden de San Francisco, donde hizo votos de castidad. La devoción la impulsaba a realizar prolongados ayunos en fechas relevantes del calendario litúrgico, y su dedicación se centró en brindar ayuda a enfermos y necesitados, convirtiéndola en una figura respetada y querida.
Tras quedar huérfana de madre en 1927 y de padre en 1947, Melchorita y su hermana Eusebia enfrentaron juntas los desafíos de la supervivencia diaria.
En medio de la adversidad, un episodio notable resalta la fe de Melchorita: en un día de escasez, confiada, dijo a su hermana que la comida no faltaría, y tras orar en el templo, una providencial visita les llevó sopa seca y carapulcra, justo lo que necesitaban.
Los domingos, Melchorita se dirigía a Chincha Alta para asistir a la misa matutina. Sin embargo, la enfermedad la alcanzó, y sus últimos momentos los vivió en el Hospital San José de Chincha, en contra de su deseo de cerrar los ojos en su amado San Pedro de Ñoco.
A pesar de sufrir la ausencia de un sacerdote, Melchorita falleció el 4 de diciembre de 1951.
La Beatita Melchorita es recordada en Ica por sus dones proféticos, prediciendo acontecimientos que se cumplieron con precisión. Su legado perdura como un testimonio de fe, humildad y conexión espiritual, dejando una huella imborrable en la historia de Chincha.
En Chincha, cada rincón guarda la esencia de la Beatita Melchorita, una mujer cuya vida transcurre entre milagros y predicciones.
Su legado es un faro de inspiración y devoción que ilumina los corazones de aquellos que exploran la rica historia espiritual de esta encantadora ciudad peruana.
¿Cómo es la Fiesta de Melchorita?
Miles de fieles acamparon en la plaza de armas de Grocio Prado para ser los primeros en visitar a Melchorita Saravia.
Una serenata en su honor, acompañada de la quema de fuegos artificiales, iluminó la noche, creando un ambiente mágico de devoción y celebración.
El evento también incluyó un apasionante concurso de hatajo de negritos, donde participaron grupos de la provincia de Chincha y otras provincias cercanas.
Estos concursos resaltaron la riqueza cultural y folklórica de la región, brindando un espectáculo lleno de color y tradición.
Para honrar su memoria, se llevaron a cabo diferentes misas en su honor, presididas por el obispo de Ica. Estas ceremonias religiosas congregaron a la comunidad, fortaleciendo los lazos espirituales y resaltando la importancia de Melchorita Saravia en la vida de Chincha.
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